¿Qué pasa cuando nos toca cuidar a nuestros ma/padres? ¿Qué pasa cuando nos toca cuidar a mayores? (Abuelos, abuelas, tíos, tías, etc? ¿Por qué las cuidadoras son mayormente mujeres?











¿Qué pasa cuando nos toca cuidar a nuestros ma/padres? ¿Qué pasa cuando nos toca cuidar a mayores? (Abuelos, abuelas, tíos, tías, etc? ¿Por qué las cuidadoras son mayormente mujeres?
Antes de que yo naciera, mi mamá vivió dos embarazos. El primero, se detuvo en el primer trimestre y fue tomado como uno de tantos embarazos que no prosigue más allá de las 12 semanas.
En la segunda gestación, eran dos varones gemelos, de una sola bolsa y una sola placenta. Todo iba bien, hasta que a sus 6 meses de gestación, se produjo un anudamiento del cordón que no dejo pasar más sangre ni oxígeno (como una manguera cuando se aplasta no deja pasar el agua). Mis hermanos fallecieron en el útero de mi mamá, ese mismo útero que un año más tarde, ocupe yo.
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Mi mamá siempre me habló de esos hermanos que no había llegado a conocer. Años más tarde, con mi propia formación en duelo perinatal, re dimensione toda esa experiencia en mi árbol familiar. Quise saber cuál era nombre elegido para esos bebés, pero no supieron decirme, aún no les habían asignado nombre.
Siempre me incómodo el mote de «hija única», supongo que, porque en el fondo, yo sabía que no lo era.
Era la única hija nacida con vida de mi madre, pero no era la única hija suya. Yo tenía dos hermanos, quizá podríamos decir tres por esa primera gestación.
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Esta historia se la conté a mi hija, no se bien como. Pero ella sabe, con naturalidad, que hubiera tenido dos tíos de mi lado. Hace unos años tomamos el rito de armar el homenaje del día de los muertos. Y como no tenía representación de ellos, decidí ilustrarlos inspirada en una imagen de @o_trocantintas.
Es importante romper el tabú en relación al duelo gestacional y Perinatal, poder nombrar a todos esos seres que forman parte de nuestro árbol.
Muchas se preguntan cómo hacerlo, a qué edad hablarles a sus hijes de ello. Cada familia encontrará su modo, les puedo asegurar que, si es con amor, no hay por qué temer.
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De todo esto y más, vamos a hablar en el taller «Acompañando el duelo en las infancias» con @psnliguori y @lostalleresdemama
Algunos temas: ¿Qué es la muerte y como explicarla?; El miedo a morir, ¿Cómo comunicar una muerte a las infancias? ¿Qué es el duelo y como acompañarlo?, Ritos y rituales. Herramientas prácticas.
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¿Hablan del duelo y la muerte con sus hijos e hijas?
Se detuvo mi embarazo de 12 semanas,
Mi hija ya lo sabía y esperaba a su hermane ansiosa.
Estamos destrozados
¿Qué le decimos?
¿Esperamos que se de cuenta sola?
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Hablar de la muerte con niñeces siempre es difícil.
Más aún cuando las muertes gestacionales son duelos silenciados, invisibles, desautorizados socialmente.
De ese ser solo tenemos una ecografía, una ropita, un test positivo. No tenemos su foto, ni momentos compartidos. Tenemos ilusiones que ya no están.
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Hijos e hijas mayores tiene derecho a saber qué sucedió…
A qué se le ponga palabras al dolor que seguramente observa y percibe. Sabrá que algo está sucediendo, que se está duelando.
Merece ser parte del proceso de duelo familiar.
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Hoy es el día de conmemoración del duelo gestaciónal y perinatal.
En este día recuerdo a mis hermanos gemelos, que murieron a sus 6 meses de gestación. Sucedió antes de mi nacimiento, mi mamá siempre me habló de ello. Con la verdad, con palabras claras. Hoy honro su existencia. Me hubiera gustado que tuvieran nombre, porque mis papás no los habían elegido aún. Me hubiera gustado que pudieran despedirlos, pero en esa época no sabían lo importante de ello ni sus profesionales de la salud supieron acompañarlos.
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Hoy puedo hablar de ello y decir que no soy hija única: tengo dos hermanos que no llegaron a vivir extrauterinamente. Hoy puedo hablarlo con mi hija, para que la muerte perinatal no sea un tabú y para que ella conozca parte de su historia.
Hoy trabajo acompañando a muchas familias en sus duelos.
Si les tocó vivirlo, si les tocó acompañar, si no saben que decír, no tengan miedo de estar cerca y disponibles a escuchar, sin juzgar, validando las emociones de la familia. .
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Hace unos días falleció mi abuelo. Cata sabía que muchos meses estaba en cama. En ese tiempo varias veces me preguntó si se iba a morir y le dije la verdad: «no sé». Todos los seres vivos vamos a morir, pero no sabemos cuándo. Ojalá el abuelo se recupere.
El día que falleció me despedí de ella diciendo que tenía que ir a verlo porque su salud había empeorado. Ella estuvo con el papá y al regresar ya sabía había muerto. Cuando yo llegue me recibió con congoja y me abrazo fuerte. Me dijo «no quería que el bisabuelo se muriera» y le respondí que yo tampoco. Le dije que tenía un recuerdo para ella y le di un osito, le expliqué que al bisabuelo le hubiera gustado que lo tenga. Después, se emociono mucho y abrazada al osito lloro. Ella no era muy apegada a él, pero me decía que la muerte del bisabuelo le hacia pensar que no quería que nadie de su familia muriera.
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Al día siguiente, yo me iba al cementerio. «¡Yo quiero ir con vos!» Me dijo. Y si bien lo pensé detenidamente, decidí no llevarla. No porque temiera que le haga mal o le impresione la situación. Ella ya había ido al velatorio de su otro bisabuelo e incluso había querido acercarse al féretro por curiosidad (no la dejamos verlo en detalle pero si a una distancia de 1 metro aprox). Ella ya sabe que cuando un ser vivo muere su corazón deja de latir, el cuerpo se queda quieto y no respira. Siempre lo tomo con naturalidad.
Decidí ir sola al cementerio porque necesitaba estar disponible para sostener a mi mamá. Sabía que si bien para Cata era su bisabuelo, el vínculo no era tan significativo como para que ella necesitará transitar esa situación. Así que le propuse armar un dibujo y una carta para despedirse y juntar flores para que yo le lleve. Eso hicimos y le trajo muchísimo alivio, incluso quiso armar un altar en casa poniéndole comida (en referencia a la película «COCO»).
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¿Llevarles o no? Es una elección de cada familia. Siempre recomiendo anticiparles qué verán, llegado el caso, personas llorando y tristes, cómo se verá el féretro y qué sucederá puntualmente. Y darles la seguridad de que si en algún momento quieren irse, podrán hacerlo acompañados de alguna persona de confianza. Jamás obligarlos a ir (si tenemos quien les cuide)y si hay una necesidad genuina de su parte, escucharles.
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Lic. Carolina Mora
Mail lic.carolinamora@gmail.com
Acá estoy sentada a tu lado tomando tu mano.
Estamos esperando, esperando como en un parto, pero exactamente al revés.
Ironías de la vida, así como hay que saber acompañar el nacimiento, también hay que aprender a acompañar los muerte.
Hoy estoy haciendo este aprendizaje con vos, acá, agarrando tu mano.
Parecen cosas insignificantes las que puedo hacer por vos.
Tomar tu mano
Cantarte un tango
Escuchar junto a vos «La Sole».
Mantenerte lo más limpio y ¿Cómodo? posible
Decirte que te quiero
Decirte que me enseñaste mucho
Decirte «Gracias»
Decirte también que «ya está», que está bien querer irte, no querer vivir así.
No nos debes nada, nos diste todo.
Te cuidamos lo mejor que pudimos, lo mejor que la burocracia y el negocio de la salud nos dejó.
Te vas a ir como vos hubieras querido, rodeado de la gente que realmente te quiere y a la que realmente le importas.
Nada de hospitales, de pinchazos, de médicos fríos y enfermeras apuradas. Nada de aislamiento, en tiempos de Pandemia muchos volvemos a las viejas costumbres de nacer y morir en casa.
Te vas a ver a la abuela y tú hijo, porque sé que de alguna manera volvemos a re encontrar a los que amamos.
Quizá, como leí una vez en un libro, quizá volvemos al lugar que estábamos antes de nacer, que aunque no lo recuerdo, no me parece un sitio triste (Libro Para Siempre).
Lo bueno de la Pandemia es que con el barbijo no necesito pañuelo (si, estás pavadas piensa tu nieta).
Te libero abuelo, te libero de estar acá en en cuerpo que hace meses no te respondía ni correspondía.
Se libre abuelo
(Deje de escribir porque me di cuenta que su respiración era cada vez más lenta. Llame a mi familia para que nos empecemos a despedir).
A las 16:45 te fuiste. Sonaba «A Don Ata» de La Sole.
«Que dios lo bendiga, lo tenga en la gloria, por tantos recuerdos lindos y por su memoria»
Nota posterior:
Siempre, recomiendo escribir para transitar los duelos.
Escribir sobre el ser amado, despedirnos si no pudimos, agradecer, son formas de liberar y transitar el dolor.
Afrontar la muerte de un hijo me llevó más de 5 años.Darme cuenta del dolor que produce no tiene explicación. Intenté taparlo con silencio y llenándome de proyectos.Pero no sirvió de nada.El tiempo se detuvo ese día y sin importar lo que hiciera no podía avanzar.
Todos decían lo mismo, vos sos hombre tenés que ser fuerte, la vida continúa y tenes que estar preparado para sostener a la mamá. Esto no lo dijeron a la semana, o al mes, sino que a los 15 minutos de salir del quirófano.
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En ese momento, empecé a tapar el dolor. No quería que la mamá, ni mi familia,amigos o compañeros de trabajo me vean triste o angustiado. En todo ese tiempo no dejé que nadie me abrace y me vea llorar. Sólo lloré una vez. Cuando volví de la clínica para bañarme.Era martes.Bruno habia muerto el lunes, y el domingo había sido el día del padre.Llegué a bañarme y entré a la casa en donde hacía menos de un mes que nos habíamos mudado. Estaba lleno de carteles y fotos que decían Feliz dia papá. Al ver ese escenario no pude contenerme y lloré mucho tiempo sentado en la escalera. Y de ahí en más, no lloré más. Cuando salía el tema, se me hacía un nudo en la garganta y desviaba la conversación.
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Y pasaron dias,semanas,años y me quedé con ese dolor. Trabajaba mucho, me ponía metas y proyectos inalcanzables para mantenerme ocupado, y no parar y caerme. Ahora me doy cuenta me que afectó en todo. Nació mi segunda hija, pero ese dolor que llevaba a veces no me dejaba disfrutarla,tenía terror de atender el celular y que me digan que se había muerto,literal.
El dolor hizo que mi corazón se cierre, no podía dar ni recibir amor, por miedo a perder.Me volví malhumorado, inseguro, y sobretodo no dejaba que me quieran.
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Hoy veo que nunca es tarde para pedir ayuda,que lo que llevo dentro puede salir.Ahora lloro,muestro mi angustia.Soy papá de Bruno,hablo de él, y lo extraño. Y si me quiebro,no importa.Las lágrimas y los sentimientos no tienen género. Un hombre siente y llora.Atrás de una mamá que pierde un hijo, hay un papá que también lo perdió.
Aquellos papás que pasaron por esto me van a entender y al que lo esté pasando, que no tema pedir ayuda.
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Gracias Toti
foto por @recordisfoto ♥️
Lic. Carolina Mora
Mail lic.carolinamora@gmail.com
Por David Flier
“Un día me levanté llorando y se me prendió la chispa: ‘¿Por qué todo el mundo tiene fotos de sus hijos y en mi casa no hay nada?’”. Luego de hacerse la pregunta, Verónica Álvarez agarró un pendrive y, “con el nudo en la garganta”, salió a imprimir las ecografías que guardaba de las dos hijas que, en los 3 años anteriores, habían fallecido en su vientre. Ese día de 2013, cuenta, comenzó a sanar una herida tan profunda que la había llevado a sopesar la idea del suicidio.
Según la Organización Mundial de la Salud, la muerte perinatal se refiere a la muerte del feto o recién nacido entre las 22 semanas de embarazo y la primera semana de vida. En base a esta definición, según los datos más recientes, en Argentina hubo 5.038 muertes perinatales en 2015 (unas 6,5 por cada 1.000 nacidos vivos con más de 7 días). Sin embargo, al hacer el duelo, muchas de las madres que pierden embarazos antes de la semana 22 comparten los problemas de quienes lo hacen en las semanas posteriores. Octubre es el mes internacional de la concientización sobre esta problemática.
Por ese 2013 Verónica también comenzó a nombrar a Milagros (su primer bebé, quien murió en 2006 con 6 semanas de gestación, de ese embarazo no tenía ecografía), Aixa (2010, 6 meses de gestación) y Zoe (2012, 6 meses) gracias al espacio de desahogo que le ofrecía la fundación Era en Abril. No era algo menor. No solo su entorno le impedía mencionar a sus hijas muertas: el nombre de quienes fallecen en el vientre materno no figura en ningún certificado de defunción. Y el mensaje, para muchas madres y padres, es claro: “ustedes nunca tuvieron un hijo”.
Si la muerte ocurre antes de la vigésima semana o si el feto pesa menos de medio kilo, sus padres no se llevan ningún papel que compruebe la defunción y sus restos se desechan como residuos patológicos. Para los bebés que mueren en el útero con más de 20 semanas y 500 gramos, el tratamiento no es mucho más sutil: una bolsa -como las de basura- con el cuerpo y un certificado que lo trata como si nunca hubiese sido, ya que dice “NN” en lugar del nombre elegido por sus padres.
A su vez, al intentar mitigar el dolor, muchas veces el entorno minimiza la pérdida con frases como “ya vas a buscar otro” o “mejor que pasara antes de que naciera”.
“Las madres en esta situación sienten que están locas. Lloran algo que los demás desestiman.Hay una falta de validación de la emoción que hace que muchas mujeres sufran en silencio”, explica la psicóloga Carolina Mora, quien acredita un posgrado en psicología perinatal del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Psicología Matemática y Experimental del CONICET.
Los padres varones, en tanto, también sufren, aunque en general no lo exteriorizan. “Ellos crecen con el mandato de que llorar no es de hombres, de que es un signo de debilidad. Y sienten que deben sostener a la mujer”, apunta Mora.
El proyecto para cambiar las cosas
Era en Abril, con 80 mil miembros conectados virtualmente en el mundo, trabaja desde hace 11 años en el acompañamiento terapéutico de quienes perdieron a su hijo durante el embarazo o al poco tiempo de nacer. La fundación impulsa el primer proyecto de Ley de Identidad de América Latina para bebés fallecidos en el vientre materno. El mismo fue presentado en marzo de 2018 por segunda vez, en ambas ocasiones por María Emilia Soria, diputada del Frente Para la Victoria.
La iniciativa tiene 3 ejes: que los padres tengan la opción de reconocer con nombre y apellido a su hijo fallecido antes del parto; optimizar el registro de muertes intrauterinas para generar estadísticas que ayuden a prevenir muertes evitables; y que se entregue el cuerpo a los padres con fines póstumos, sin importar el peso o la edad gestacional.
Actualmente, el proyecto tiene estado parlamentario y giro a las comisiones de Legislación General y de Acción Social y Salud Pública (esta última nunca lo puso en agenda tras su primera presentación, en 2016). En 2018, ninguna de ambas comisiones programó tratarlo aún.
Mientras tanto, Chile está cerca de convertirse en pionero en la región. El Presidente Sebastián Piñera promueve el proyecto de la Ley Mortinato, iniciativa muy similar a la argentina.
El proyecto de ley
“El registro del chico con nombre y apellido es el primer paso para que la muerte de un hijo comience a ser validada en la sociedad”, considera Agostina Bianconi, abogada y vicepresidenta de Era en Abril, quien perdió una hija de 3 meses. Con esto no buscan dar al bebé fallecido el carácter de “persona”, explica, sino que se respete su derecho a la identidad (más allá de su edad gestacional). Así, a su vez, aclaran que su iniciativa nada tiene que ver con el debate sobre el aborto legal.
“Duele mucho ver el ‘NN’, es desgarrador. Es una negación de su vínculo con el ser”, explica Mora. “Algunos te dicen: ‘ya se murió, ¿para qué querés el papel?’ Pero no es un papel: es el símbolo de que mi hijo tenía su nombre. Estuve 9 meses buscándoselo”, reclama Lorena Rodríguez, quien perdió a Teo Gabriel tras 38 semanas de embarazo. “Era un bebé de casi 9 meses, de 3,4 kilos, me parecía una bestialidad que no lo reconocieran”, recuerda.
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Según Verónica Pingray, investigadora obstétrica del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS), “en los certificados de nacimiento el 50% de los casos no tienen causa o tienen una muy poco específica (hipoxia intrauterina)”. Verónica Álvarez sufrió este déficit: recién tras perder tres embarazos fue diagnosticada con trombofilia. Hoy, consciente de los cuidados que debe tener, espera gemelas.
Para la revista científica The Lancet, que estudió a nivel global el tema en 2015, “la mayoría de las muertes fetales son prevenibles mediante un adecuado cuidado de la salud durante del embarazo, el parto y el inmediato control del recién nacido”.
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Verónica erigió un altar con las ecografías y otros símbolos alusivos a sus hijas. En sus momentos más duros, miraba aquel rincón y se alentaba: “Me tengo que levantar. Por ustedes, un día más”.
Junto al proyecto de ley, Era en Abril redactó un protocolo médico para casos de muerte perinatal. Uno de sus 13 puntos es “crear recuerdos agradables”, como fotos del bebé solo y con la familia.
“La sensación más espantosa es salir del hospital con los brazos vacíos”, apunta Jessica Ruidiaz, fundadora y presidenta de Era en Abril y counselor especializada en duelo perinatal.
Mora, a su vez, destaca: “Es muy difícil el duelo por alguien que nunca se vio o que solo se vio en una ecografía”. La psicóloga también explica que los rituales de despedida “ayudan a validar que la persona existió y fue importante”.
El problema en números
La reglamentación argentina exige registrar con causa todas las muertes intrauterinas (en cualquier momento del embarazo). Según Pingray, aunque el país “tiene un muy buen nivel de estadísticas vitales, cuanto menor es la edad gestacional al nacer aumenta el número de casos no registrados”, sobre todo antes de las 28 semanas. “Las cifras reportadas podrían no reflejar apropiadamente la realidad”, concluye.
En este contexto, en 2015 el Ministerio de Salud registró 6.164 muertes intrauterinas. Desde las 22 semanas de embarazo fueron 5038; desde la semana 28, 3.785.
Este último dato es cercano al estimado por The Lancet para 2015. Con 3.500 muertes de bebés de más de 28 semanas en el vientre y un 0.45% sobre el total de nacimientos, Argentina fue el 43° país con mejor índice entre los 186 estudiados por la revista científica.
El rol clave del personal médico
La investigación de The Lancet señala que “el comportamiento del equipo de salud (…) es crucial y puede contribuir enormemente para aliviar el trauma vivido por los padres”.
Sin embargo, según destaca Mora: “Las instituciones, en su mayoría, no tienen protocolos para estos casos. Cada médico lo maneja como le parece, con más o menos tacto. Las mujeres se encuentran en escenarios muy desoladores”.
“Las enfermeras ni miraban la historia clínica y me decían ‘¿tu bebé dónde está?’”, cuenta Lorena sobre la pesadilla que vivió en un hospital de Once.
Noelia Severo, como muchas otras, pasó las horas posteriores a su pérdida en una sala llena de mamás con sus hijos recién nacidos. Allí, una enfermera, señalando “un tacho como de esos de helado de tres litros”, le preguntó a la doctora: “Tengo material de Severo ¿querés que te lo traiga o lo preferís en un tacho nuevo?”. Más tarde, otra enfermera llevó la ironía al extremo al preguntarle: “¿Ya te sentís mejor?”
Cuando, 3 meses después, pidió el cuerpo de su hijo, la secretaria le contestó: “No, esos fetitos van a parar a la basura”. “Me lo dijo como si hablara de tirar un papel higiénico”, recuerda Noelia. Ella dice que se sintió un “bicho raro”.
Protocolo Médico
Duelo y soledad
“Vivimos en una cultura en la que parece que, a más tiempo compartido con el ser querido, hay más razones para demostrar tristeza o angustia”, explica la psicóloga Mora.
“Yo sentía la necesidad de recordarlo, de aprender de lo que pasó, pero mi familia, mis amigos, y hasta mi marido me decían: ‘ya está, seguí con tu vida, vas a tener otros hijos’”, cuenta Noelia. Y se descarga: “Como si los hijos se reemplazaran con otros”.
“Volví a casa y tuve que desarmar la cuna. Tuve ganas de suicidarme. Sufría en silencio. Necesitaba nombrar a mis hijas y que mi familia me contuviera”, recuerda Verónica a quien, años después, su familia contiene.
A su vez, Ruidiaz, cuya hija Sofía murió con 45 días, aprendió que “en el camino de la recuperación, se rompen vínculos”.
En su consultorio, Mora conoció a muchas mujeres que se acercaban años después de perder un bebé en su vientre. En Era en Abril cuentan que reciben “mamás cuyos hijos murieron hace 30 o 40 años”.
Para Mora, el proceso de duelo es muy personal y es esperable que lleve meses. Pero, además, “está marcado por vaivenes emocionales”: una persona puede aparentar haber dejado atrás la muerte de un hijo pero en fechas especiales rompe en llanto y angustia.
Les comparto imágenes de una campaña hermosa que realizamos juntos Nacer Juntos y Re Cordis. El duelo perinatal y gestacional necesita ser visibilizado y acompáñado
Fotos y objetos
Para las familias en duelo es sumamente importante tener la posibilidad de CONSERVAR recuerdos de su bebé fallecido, estos ayudarán a transitar el proceso y les permitirán materializar que la existencia de sus bebés aconteció. Muchas veces al al tratarse de pérdidas tempranas, de bebés que no llegaron a nacer con vida o bien que vivieron corto tiempo se trata de duelos invisibilizados socialmente: no hay lugar para el dolor, incluso de forma simbólica. La posibilidad de tomar una fotografía del bebé, de guardar la huella plantar, la pulserita de nacimiento, ecografías, ropita u objetos que hayan sido elegidos para él/ella o cualquier otro recuerdo que los padres puedan generar en relación a la existencia de su hijo favorecerá el tránsito del duelo. El mensaje es tanto para sí mismos como para el entorno: “Mi bebé existió y por eso tengo derecho a estar triste por su partida”.
De alguna manera, cada una de estas cosas visibilizan el AMOR que se ha sentido – que se siente y se sentirá – por ellxs y combate al “aquí no ha pasado nada” que muchas veces el entorno pretende: lejos de hacer bien, el silencio dificulta el reconocimiento de esta pérdida.
Tatuajes Conmemorativos
Muchas veces las familias no tienen la posibilidad de ver los restos de su bebé o bien lo han hecho por tan corto tiempo que no recuerdan su imagen o fisionomía. Incluso en pérdidas gestacionales tempranas, muchas madres o padres sienten la necesidad de que la existencia de sus hijxs deje una marca permanente visible. Tatuarse es una elección frecuente en estas situaciones, la cual permite dejar registro, dar testimonio de su existencia y llevarlxs consigo como metáfora de aquello que permanece en el tiempo. La existencia queda grabada en el propio cuerpo, más acá y más allá de los cambios corporales propios de la maternidad. De esta manera, la piel queda atravesada por el lenguaje y comunica de forma condensada todo lo que estos seres han significado para sus familias. Tatuajes que cobran forma de alas, huellas plantares, mariposas, ángeles y toda aquella imagen que porte especial significado. El arte, esta vez en la piel, inscribe y se vuelve la fuente que permite transmutar la energía, sublimar – en parte – el dolor.
Los rituales para transitar la pérdida (Por Mónica Álvarez Álvarez)
«No hace falta pertenecer a ninguna religión para esto, ni
siquiera ser creyente. Sólo se precisa dejarse llevar por la voz
interior, ésa que tan relegada al olvido ha quedado en nuestra
cultura, más acostumbrada a guiarse por un GPS mecánico,
construido por la mano del hombre, cuadriculado y preciso.
Un ritual es un paseo por el mundo simbólico y sagrado
de cada uno. Como decíamos, no es necesario pertenecer a
ninguna religión; tan sólo permitirse dejar volar la imaginación,
las sensaciones, lo más ancestral de nuestro instinto, de
nuestra cultura. Todas las tradiciones han creado ritos de despedida para sus muertos. Las antiguas sociedades matriarcales del Neolítico ya enterraban a sus difuntos colocados en posiciones concretas, rodeados por sus utensilios cotidianos y por sus mascotas. Tradiciones ligadas a la Tierra, a una diosa madre que los acogía en su seno tras una vida de trabajos y satisfacciones.
Un ritual es un acto poético y creativo.17 Es poético porque
traduce nuestros actos desde una clave simbólica, incluso los
más cotidianos. Es creativo porque, aunque realicemos varias
veces el mismo ritual, nunca es el mismo, porque se recrea cada vez en cada persona. Como decía el filósofo, nunca atravesamos dos veces el mismo río.
El ritual se ancla en un espacio y un tiempo concretos.
Existen rituales preestablecidos, como los que proponen
las distintas religiones oficiales. Ritos que han atravesado siglos
de tradición, que han sido recreados y reorganizados, adaptándose
a los tiempos.»
Fragmento del libro «La cuna vacia» de Mónica Alvarez, Psicóloga.
Fotografía: Re Cordis
Conmemoración de los Bebés Fallecidos
Cuando un niño pierde a sus padres lo llaman huérfano.
Cuando un adulto pierde a su esposo/a lo llaman viudo/a.
Sin embargo, cuando una madre/padre pierde a su hijo, no hay palabras.”
Perder a un bebé sea durante su gestación o luego de su nacimiento es una de las experiencias más duras, difíciles, dolorosas y devastadoras que puede sufrir una persona. Como afirma Jorge Montoya Carrasquilla, “en ninguna otra situación como en el duelo, el dolor producido es TOTAL: es un dolor biológico (duele el cuerpo), psicológico (duele la personalidad), social (duele la sociedad y su forma de ser), familiar (nos duele el dolor de otros) y espiritual (duele el alma). En la pérdida de un ser querido duele el pasado, el presente y especialmente el futuro. Toda la vida, en su conjunto, duele.” Cuando se enfrenta la muerte mientras se espera la vida, el mundo se desmorona. Angustia, dolor, incredulidad, negación, enojo, ira, impotencia, desolación, desconsuelo, son algunos de los sentimientos que irrumpen brutalmente. Quien sufre una pérdida de estas dimensiones, muy lentamente irá haciendo lo posible por reconstruir su mundo poquito a poco, en pos de ir aceptando lo vivido, sabiendo que ya nada será igual. El proceso de duelo tras una pérdida es absolutamente personal, cada quien lo transita de la manera que puede y a sus propios tiempos, que necesitan ser respetados. Es importante considerar que el duelo gestacional y neonatal tiene algunas características que lo hacen diferente a otros duelos: generalmente se trata de duelos que no son reconocidos y que son minimizados, que no sólo no están contemplados a nivel legal ni laboral, sino que además no se habla de ellos, no se prepara a los profesionales para comunicar la terrible noticia ni se orienta a los familiares sobre cómo acompañar de forma respetuosa. Se silencia el sufrimiento, aún teniendo las mejores intenciones, en tanto el dolor ajeno moviliza, conmueve, incomoda. Pero ocultando el dolor de los padres y familiares, mirando hacia otro lado, subestimando e invalidando los sentimientos, no hacemos que los mismos desaparezcan sino que se hagan más profundos debido a su incomprensión, que crezca la sensación de soledad y el aislamiento…..Como afirman Bernard Spitz, Manu Keirse y Annemie Vandermeulen en su libro “Si pierdes un embarazo”, “consolar no es conocer la respuesta. Tampoco dar todo tipo de consejos bien intencionados que pueden agotar a los padres. Mucho menos, desplazar la rabia y recetar cómo se tienen que sentir. (Después de X tiempo = X sentimientos). Consolar es escuchar con atención de tal manera que la pena en palabras y lágrimas puedan salir hacia fuera. Consolar es saber callar y con una mirada, una caricia hacer sentir señales de esperanza, seguridad y confianza. Es compartir la pena más que quitarla. (La pena nada la quita). Consolar es ATREVERSE a sentir la pena. Consolar es ayudar a los padres a vivir con las preguntas de las que no hay respuestas. Consolar es más bien escuchar cómo se siente, en lugar de decir a los padres cómo tienen que sentirse, ayudar a DAR la oportunidad a los padres para expresarse”.
Texto: Lic Natu Liguori Psicóloga Perinatal
Fotografía editada por Re Cordis
Papá duelando
Afrontar la muerte de un hijo me llevó más de 5 años.Darme cuenta del dolor que produce no tiene explicación. Intenté taparlo con silencio y llenándome de proyectos.Pero no sirvió de nada.El tiempo se detuvo ese día y sin importar lo que hiciera no podía avanzar.
Todos decían lo mismo, vos sos hombre tenés que ser fuerte, la vida continúa y tenes que estar preparado para sostener a la mamá. Esto no lo dijeron a la semana, o al mes, sino que a los 15 minutos de salir del quirófano. En ese momento, empecé a tapar el dolor. No quería que la mamá, ni mi familia,amigos o compañeros de trabajo me vean triste o angustiado. En todo ese tiempo no dejé que nadie me abrace y me vea llorar. Sólo lloré una vez. Cuando volví de la clínica para bañarme.Era martes.Bruno habia muerto el lunes, y el domingo había sido el día del padre.Llegué a bañarme y entré a la casa en donde hacía menos de un mes que nos habíamos mudado. Estaba lleno de carteles y fotos que decían Feliz dia papá. Al ver ese escenario no pude contenerme y lloré mucho tiempo sentado en la escalera. Y de ahí en más, no lloré más. Cuando salía el tema, se me hacía un nudo en la garganta y desviaba la conversación.
Y pasaron dias,semanas,años y me quedé con ese dolor. Trabajaba mucho, me ponía metas y proyectos inalcanzables para mantenerme ocupado, y no parar y caerme. Ahora me doy cuenta me que afectó en todo. Nació mi segunda hija, pero ese dolor que llevaba a veces no me dejaba disfrutarla,tenía terror de atender el celular y que me digan que se había muerto,literal.
El dolor hizo que mi corazón se cierre, no podía dar ni recibir amor, por miedo a perder.Me volví malhumorado, inseguro, y sobretodo no dejaba que me quieran.
Hoy veo que nunca es tarde para pedir ayuda,que lo que llevo dentro puede salir.Ahora lloro,muestro mi angustia.Soy papá de Bruno,hablo de él, y lo extraño. Y si me quiebro,no importa.Las lágrimas y los sentimientos no tienen género. Un hombre siente y llora.Atrás de una mamá que pierde un hijo, hay un papá que también lo perdió.
Aquellos papás que pasaron por esto me van a entender y al que lo esté pasando, que no tema pedir ayuda.
Hermanitxs y su duelo
Cuando se produce la pérdida de un embarazo y la mujer tiene más hijxs surge la angustia al pensar qué decirle a lxs hermanitxs. En este punto, si bien estará atravesado por las creencias que cada familia tenga respecto de la muerte, es importante brindar una explicación a lxs niñxs acerca de lo acontecido. Si la pérdida es temprana muchas familias creen que no es necesario explicar nada a lxs niñxs ya que visiblemente no se notaba el embarazo. Esto es un equívoco común ya que lxs niñxs tienen una percepción más aguda de los estados emocionales y el clima general de quienes conviven con ellxs y sentirán el sufrimiento y la extrañeza sin saber a qué atribuirlo. En algunos casos notarán a sus padres más tristes, angustiados, tensos y el no saber la causa puede generar que intenten crear una explicación desde la fantasía. “¿Será porque me porto mal?; ¿Estarán enfermos mis padres?, etc”.
Es importante integrar el dolor y brindarles una explicación de lo ocurrido, con palabras claras y frases cortas, cada familia encontrará la forma que sienta más adecuada y posible a su realidad. “Estamos tristes porque tu hermanito no va a nacer”; “estamos tristes porque mamá no está más embarazada”; “estamos tristes porque tu hermanito murió, pero siempre nos podremos acordar de él”. Dejar en claro que lo que sucedió no es culpa de nadie, que no tiene que ver con nada que haya hecho mal él/ella como hermanx y que le seguimos amando igual que siempre. Para acompañar a lxs niñxs en el proceso de duelo, es de ayuda ofrecerles expresarse a través del juego, de dibujos e incluso dependiendo la edad leer cuentos que traten la temática. Si bien el duelo es un proceso singular, poder expresar los sentimientos y transitarlo en familia, facilitará el sostén emocional mutuo y la convivencia con la ausencia de este ser tan querido.
Embarazo después de la pérdida (bebé arcoíris)
El embarazo después de la pérdida suele estar marcado por el miedo y la incertidumbre. Si bien en todas las mujeres transitamos cada embarazo con cierto grado de miedo, solemos confiar en que “todo saldrá bien”. Ahora bien, una mujer que vivió la pérdida de un bebé en el útero deberá convivir con la pérdida de la inocencia: la pérdida de la certeza de que siempre el producto de un embarazo es un bebé sano y fuerte.
Aceptar que el miedo sea intenso, aceptarse en este estado de incertidumbre y ansiedad es parte del proceso. Los tiempos psicológicos de cada mujer varían y se entrecruzan pasado y presente: el recuerdo del embarazo o hijo perdido, las fechas de aniversarios, la fecha en que se produjo el fallecimiento del bebé se mezclan con lo que vive en este embarazo. De a poco, semana a semana al comienzo, mes a mes luego, la mujer podrá ir conectando con esta gestación presente, con este nuevo hijo y esta nueva mujer que es hoy. Algunas veces es necesario el apoyo profesional para transitar este tiempo, para lograr conectar con este embarazo presente y diferenciarlo del pasado.
Experiencia en primera persona: Yanina
Vivió toda su vida, dentro mío… acobijado en mi vientre…
Sentir la vida y la muerte dentro mio, fue la experiencia más transformadora de toda mi vida.
Ese ser que habitó en mi y en nuestra ilusión, creímos que venía a cumplir con «algo» y era nuestra obligación descubrirlo, no dejar que fuera en vano su paso por éste mundo, había que aprender.
Descubrimos que no estamos preparados, en general, para atravesar o validar el dolor nuestro y del otro de manera genuina, hace mucho más difícil y solitario al camino, por eso, fue fundamental buscar ayuda de profesionales comprometidos.
No necesitaba buscar consuelo, sino, poder pensar, ordenar y volver a construirme, imposible permanecer igual.
Tiempo al tiempo y me sentí fuerte, sentí que tenia la fuerza para dejarlo ir, tenía esperanza de sanar …
Entonces decidimos animarnos a imaginar un nuevo embarazo, poner un deseo en pausa, nuevamente en marcha. Cruzar las barreras de los «miedos» que se interponían ante una nueva gestación …comenzar a ilusionarnos, no perder de vista que «otro» es otro ser y no tenía que volver a pasar esta vez.
Al final, puedo decir que si no hubiera ocurrido eso, por más difícil que fue, yo no sería quien soy ahora.
Este hecho ha sido un punto de inflexión en mi vida, desde el que he madurado, aprendido, llorado, celebrado, vivido… y lo he hecho acompañada.
Hoy, reconstruidos, en lo personal y familiar,abrazamos a nuestro bebé arco iris, Ulises, experiencia totalmente transformada y transformadora.
Texto: Yanina (mamá de Ulises, bebé arcoiris)
Fotografía; Re Cordis
La historia de Mariana
Les cuento mi historia, cuando decidimos con mi marido ser papas, Nico no se demoró nada en llegar, tuvimos nuestro positivo con el primer mes de búsqueda. Transité un embarazo hermoso e inocente, escuché en ese momento historias de gente que pasaba por desgracias pero, como uno piensa que siempre le pasa al otro, jamás se me ocurrió que a mí también podría pasarme algo malo. Un día de repente en una ecografía de semana 35 el gordito no creció lo que debía, pero nada alarmante solo por precaución me indicaron reposo y una nueva eco más doppler en una semana, en esa ecografia me dicen que el corazón de mi bebe no latía, si tengo que describir como me sentí en ese momento puedo decir que fue como que me tiraron un piedrazo y me rompí en mil pedazos. Sentí también que me apague.
Luego de un tiempo de pasar todos mis días y noches llorando con mi marido decidí buscar ayuda, llegué a una psicóloga perinatal que me ayudó a transitar mi duelo, más un grupo de Facebook de mujeres que vivieron lo que yo. En el medio llega la respuesta a mi dolor, quien me había arrancado a mi hijo tenía nombre TROMBOFILIA, llegué a este diagnóstico y a su tratamiento por lo que me animé a una nueva búsqueda, entendiendo que Nico vino para darle paso a su hermanito y a los que vendrán. Comencé a juntar mis partes y rearmarme. Nunca más volví a ser la misma.
Luciano, mi bebe arcoíris, sí que tardó en llegar, se tomó más de un año, pero en realidad ahora entiendo que vino cuando yo estuve realmente preparada. Nuevamente un embarazo hermoso pero esta vez con final feliz y bebé en casa. En el medio todos los miedos pero confiada en que el tratamiento estaba dando resultado porque lo espiábamos cada 3 semanas y todo así lo indicaba. Igualmente cada ecografía me daba mucho miedo porque era inevitable no recordar lo pasado y pensar que podía volver a pasar, hasta que no veía y sentía su corazón latir ese miedo estaba ahí.
Hoy agradezco haberme animado a enfrentar esos miedos porque Luciano me devolvió gran parte de mi alegría perdida. Con el volví a nacer, volvieron a brillar mis ojos, me encendió y por eso su nombre LUCIANO significa LUMINOSO Y BRILLANTE.
Texto: Mariana (mamá de Luciano, bebé arcoiris)
Fotografía: Re Cordis
No es una perdida
Es la muerte de un hijo
No perdí un objeto,
Por más que lo busque, no lo podré encontrar.
No es sólo una perdida,
No es un embarazo,
Era mi pequeño.
Tal vez para otros era milimétrico, dirán que ocupo un espacio minúsculo en mi ser.
Mi útero era su casa.
No sé por qué se fue. .
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Quise cobijarlo,
Abrazarlo,
Contenerlo y abrigarlo.
Imaginaba un nombre,
Su rostro,
Soñaba con sentirlo,
Jugábamos a adivinar el color de sus ojos. .
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Tuve que soltarlo.
Dejarlo ir.
Despedirme.
Desarmar mis sueños,
Desprenderme de la ilusión de verle crecer.
Decirle adiós.
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Me quedé con mil historias por contar,
Con abrazos para dar.
Me sentí vacía.
Me enoje con mi cuerpo,
Ese mismo que supo crearlo pero no alcanzó para sostenerlo.
Me enoje con mis sueños y mis ilusiones.
Me enoje con la injusticia que dejaba que otras si disfrutaran de ver sus panzas crecer.
Me enoje. Me mire. Sentí pena por mi. Me abracé.
Me dije a mi misma que no fue mi culpa. Me permiti vivir este duelo. .
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Un día me permiti reír nuevamente.
Me permiti mirarme al espejo y re encontrarme.
Me permiti volver a ilusionarme.
Me permiti ser más honesta con mis miedos, mis dudas, mis sueños y mis deseos.
Me permiti volver a intentarlo.
Me permiti creer que está vez sería distinto. Me permiti aceptar, dejar de duelos, porque en este contexto también duelen otras cosas…
Imagen: @o_trocantintas
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Lic. Carolina Mora
Mail lic.carolinamora@gmail.com
Comenzar la maternidad con los brazos vacíos y los pechos llenos es una experiencia devastadora.
Llegar a casa y no querer salir para no recibir las felicitaciones de los vecinos que suponen que la dulce espera ha terminado.
Y la dulce espera ha terminado, pero de una manera impredecible, jamás imaginada y desoladora.
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Vivir la experiencia de parir a un hijo sin vida, de estar ingresada en el piso de maternidad conviviendo con la felicidad ajena, escuchando el llanto de bebés que hacen que de los pechos broten lágrimas de leche.
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Recibir un papel con dos siglas «N,N» donde debía figurar un nombre, elegido con amor y que inscriba de forma simbólica ese ser que si existió.
Ser llamada «mami» o «mamita» por enfermeras y personal médico, no ser debidamente informada sobre los derechos que tienen las mujeres que atraviesan está experiencia. Ser infantilizadas y no recibir apoyo psicológico durante los días de internación.
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Llegar a casa con la sensacion abrumadora de la irrealidad de lo vivido, sentir el vacío profundo en el cuerpo y el alma.
El entorno mirando con miedo la situación, sin saber que hacer ni como contener. Hablando de más queriendo aliviar con expresiones como «sos joven, vas a tener otro…por algo suceden las cosas …ahora es un angelito» o no dando lugar a la palabra, empujando a seguir adelante, como si no hubiera ocurrido nada.
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La muerte perinatal es un evento potencialmente traumático que quiebra en dos la identidad, marca un antes y un después.
Es saberse madre…madre de un bebé que ha muerte muy pronto.
No hay palabra que represente está situación en la sociedad, no hay forma de nombrar lo innombrable.
En la mayoría de las instituciones no hay protocolos para asistir como corresponde a las familias que atraviesan esta catástrofe.
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Actualmente no contamos con una ley que resguarde específicamente los derechos de las familias que viven la muerte gestacional o perinatal.
Somos una sociedad que le cuesta lidiar con la muerte. No queremos nombrarla, nos queremos saltar los duelos.
Mucho más aún al recibir la muerte cuando se espera la vida. La muerte de un bebé es un tabú.
No dejemos a las familias solas.
Lic. Carolina Mora
Mail lic.carolinamora@gmail.com
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