Siempre que hablamos de inicio de la escolaridad hablamos de cómo lo viven lxs niñxs, por eso ahora me gustaría que pensemos como lo vive mamá. Para mi el ingreso a la escolaridad de mi hija fue un momento muy movilizante y lleno de contradicciones. Desde el embarazo siempre creí que iba a cuidar de ella en casa, evitando el ingreso a instituciones y una rutina rígida lo más posible, por que para eso ¡ya tenía toda la vida! Su primer año de vida armé un emprendimiento y me quedé en casa con ella. Si bien disfruté mucho de ese año, empecé a sentirme algo agobiada por su demanda y con ganas de retomar contacto con mi profesión. Sumado a esto la economía requería más ingreso, así es que empezamos a pensar con mi pareja en mandar a Cata al jardín. No barajamos muchas opciones ya que vivimos en un barrio un tanto aislado con pocas alternativas y en ese momento no contábamos con auto para trasladarnos, así que la anotamos en «el jardín del barrio» sin muchas vueltas. Fue una decisión en la que tuve que lidiar con mucha culpa, ya que desde lo que en ese momento yo creía «la crianza respetuosa», la escolarización temprana no era del todo compatible, mucho menos en escuela tradicional. Finalmente allí no conseguimos vacante.
En ese momento creí que sólo quedaba resignarme y tolerar otro año solas en casa, malabareando como podía para dedicarme un poco a lo mío. Hasta que una colega me habló maravillas del EEPI y me convenció de llamar para ver si había vacantes. Y sí! Allí fuimos, no muy convencidxs porque nos quedaba lejos de casa ( 1o cuadras al tren y colectivo luego) y porque eran muchas horas (5hs). Cuando llegamos nos recibieron con tanto amor que decidimos probar. Llegó marzo. Llegaron los miedos y la incertidumbre. ¿Cómo sería la adaptación? Para resumirles sólo puedo contarles que la experiencia de adaptación allí fue sumamente maravillosa, al igual que el año que Cata concurrió. Progresiva, compartiendo mucho tiempo en la sala con las dos seños, dividiendo en dos al grupo para dar atención más personalizada, retirando de la sala progresivamente a las familias y mediando millones de juegos y canciones. El amor que Cata recibió de sus seños fue increible. Si bien costó un poco la separación, encontré la estregia justa y era explicarle que como mamá y papá iba al trabajo, ella iba al jardín a jugar. Algunos días la despedida era más rápida y otros más lenta. Nos respetaban ese tiempo. En resumen, fue una experiencia de mucho amor y respeto, a fin de año nos despedimos con mucho agradecimiento pero sabiendo que necesitábamos viajar menos.
Sala de 3, conseguimos vacante en el barrio. Escenario 100% distinto. A 5 cuadras de casa, jardín tradicional, una seño sola y 30 niñxs. Cata estaba contenta porque al pasar por la puerta del jardín le veníamos diciendo que allí iba a ir ella luego del EEPI. Pero yo estaba aterrada. No sabia como le iba a sentar el cambio. Temía que el jardín sea muy rígido para ella, además de que debía ir sin pañales, cosa que en el EEPI no nos pedían. El control de esfínteres fue un tema que me dio mucha ansiedad, pero queda para otro post. Creo que lloré mas yo que ella cuando nos despedimos del EEPI, la contención que sentí como mamá fue inmensa. Que las seños me llamaran por el nombre y me preguntaran como estaba, recibieran a Cata a upa y la despidieran con un abrazo no tenia nombre. Sabía que acá seria todo distinto. Adaptación de 2 días, si DOS, con familias en sala. Luego ya proponían que ingresen solxs. ¡Sacrilegio para la crianza respetuosa!
Estuve todo febrero anticipándome negativamente, imaginando los peores escenarios. Temía que se haga pis en la sala, ya controlaba pero era muy reciente. Como en el jardín nos habían dicho que no cambiaban a lxs niñxs hablé con la directora y averigué el marco legal.
Finalmente llegó el primer día. Cata feliz, yo aterrada, su papá como siempre calmándome. Para mi sorpresa ingresó contenta y se fue directo a sentar con su sala en el acto. Ingreso al aula conmigo sin problemas, segundo día lo mismo. Y el tercero tenía que entrar sola, y así lo hizo! No lo podía creer, pero hasta salía contenta, ella se sentía a gusto y contenida. Por el contrario, en la puerta, las «mamis» estabamos solas y ansiosas. Nos faltó esa contención que nos de la confianza necesaria para «dejarles tranquilxs». Por suerte nos conteníamos entre nosotras. Y así pasó la semana, el mes y el año. Cata entraba sola y salia feliz. Nunca se hizo pis.
¿Por qué les cuento todo esto? Porque quiero transmitirles que muchas veces los procesos de cambio y crecimiento de nuestxs hijxs nos agobian y nos dan miedo. Muchas veces tenemos una expectativa desde el ideal y no podemos alcanzarla. Estamos llenos de mandatos acerca de qué es respetuoso y qué no y lo cierto es que cada niñx y cada familia es un mundo. El respeto se construye, acompañando con amor. Nos anticipamos y necesitamos controlar tanto las situaciones, que cuando las vivimos allí nos sorprenden, muchas veces positivamente. Hoy me pregunto: ¡para qué me habré hecho tanto problema por todo esto! ¿Les pasa?
Lic.Carolina Mora
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