Desde siempre se habla del parto como una ventana, una visagra entre la vida y la muerte. Cuando el escenario del nacimiento se trasladó masivamente de los domicilios a las instituciones, algunos factores pudieron controlarse y junto a nuevas tecnologías que favorecieron el diagnóstico y tratamiento de patologías gestacionales, disminuyeron los índices de muerte maternas y de bebés. Junto con estos avances el modelo médico hegemónico en el parto institucional arrasó con las condiciones de intimidad y calidez en las que se desarrollaban los nacimientos. Lo cierto es que el parto en domicilio nunca dejó de suceder y hoy en día incluso muchas familias siguen eligiendo el hogar como escenario del nacimiento.
Actualmente las noticias acerca de casos en los que fallecieron bebés luego de un parto planificado en domicilio circulan y toman gran difusión por parte de los medios de comunicación, en contrapartida con la escasa divulgación de situaciones similares en instituciones. Ante estas tragedias surge el juicio y la condena social hacia las familias y profesionales que asisten estos nacimientos.
Deberíamos detenernos a reflexionar acerca del por qué cada vez más familias deciden planificar un parto en domicilio. La mayoría de ellas lo hacen porque no confían en las instituciones, y por eso buscan encontrar el respeto y vivir lo sagrado en el nacimiento en la intimidad de sus hogares. Los profesionales de la salud que acompañan el nacimiento podrían preguntarse por qué las mujeres deciden no atenderse dentro del sistema, no confían en el deber de «primero no dañar» que juran los médicos . La violencia en las salas de parto es un cotidiano y la tasa de cesáreas supera vergonzosamente el 70% en el ámbito privado.
Las intervenciones innecesarias y los casos de mala praxis que muchas veces terminan también con la vida del bebé, suceden también y con frecuencia en clínicas y hospitales públicos. No habla de los efectos en el psiquismo de la mujer de la violencia obstétrica y de las experiencias traumáticas en el parto ni como esto afecta su desarrollo personal, su sexualidad e incluso su vínculo con el recién nacido.
El parto domiciliario,también es un modelo de atención válido que puede llevarse a cabo de forma responsable y es de primera elección en embarazos de bajo riesgo en países como Holanda (donde no es cierto que hay una ambulancia en la puerta pero sí el sistema esta articulado institucionalmente y regulado legalmente ).
En nuestro país muchos equipos asisten partos en domicilio siguiendo recomendaciones de seguridad, realizando los respectivos controles en el embarazo e incluyendo en el plan una institución a la cual acudir en caso de complicaciones. Un parto planificado en domicilio puede ser seguro, con un adecuado control pre natal, ecografías de seguimiento y asistencia de profesionales idóneos (obstetras y/o licenciadxs en obstetricia).
Reflexionemos por que las mujeres temen al sistema de salud, temen a algunxs parterxs que muchas veces trabajan de «secretarias de médicx» preparando a las madres para la cesárea innecesaria o son cómplices de intervenciones a la carta sólo por protocolo, dicen «mami» sin tratarlas por su nombre, no explican el por qué de sus intervenciones ni dan alternativas a las mismas y culpan si el parto no avanza por que «no dilatas; te portas mal; o tu cadera es pequeña».
Las mujeres temen el maltrato, la violación sobre sus cuerpos, no quieren dejarse hacer pasivamente y «por protocolo» o «por las dudas». Quieren ser reconocidas, protagonistas junto a sus hijxs de sus partos, vivir el proceso de forma activa. Moverse, comer, gritar, cantar, lo que su cuerpo necesite para aliviar el dolor y que no se transforme en sufrimiento.
El parto en caso de una mamá sana y un bebé sano, es un evento de la sexualidad, no es una enfermedad. La fisiología necesita ciertas condiciones para activarse adecuadamente, tanto en casa como en la institución:
-intimidad (puede lograrse en una institución si se minimiza el número de personas presentes, si se minimizan los tactos).
-un ambiente cálido (no el frío de la sala de parto). Debemos sentirnos seguras en ese ambiente.
-libertad de expresión, tranquilidad.
Estas condiciones pueden darse tanto en casa como en una institución. Pero se requieren profesionales amorosos, respetuosos de los tiempos de cada nacimiento, que se preocupen por tratarnos como sujetos de derechos y no como objetos de intervención.
El parto es nuestro : mío y de mi hijo. No del obstetra, no dé la partera, no del sistema. El parto lo hace la mujer y su bebé. Las demás personas ¡importantes claro! Debieran estar allí para garantizar la escena, no para condicionarla .
Los profesionales que trabajamos acompañando mujeres gestantes, todo aquel que ingrese a sala de partos y este a su cargo el cuidado de la embarazada, es importante que no dejemos de reflexionar:
¿Cómo es la atención que ofrecemos hoy en los hospitales y clínicas?
Carolina Mora – Psicóloga
Mail lic.carolinamora@gmail.com