La madre abnegada, la madre que disfruta plenamente y 100% de sus hijos. La que no se queja. La que todo lo puede. La que es feliz desde que ve las 2 rayitas del test de embarazo. La embarazada radiante, con un cuerpo equilibrado, que se siente aún más linda. La que las hormonas le caen bien, la que no vomita, no se queda dormida en todas partes, la que no llora.
Las madres de las publicidades nunca están cansadas y siempre están lindas. Las madres para las que dar teta es un momento idílico, casi como un continuado de cine rosa. Las que dan mamadera para que sus pechos estén siempre reservados para la conquista o porque así otros pueden cuidar de sus bebés y no están tan «esclavas». Las madres que salen de parir espléndidas, o las que eligen cesárea porque así todo es más controlado. Las madres que se ponen aún más fogosas y serviciales con sus esposos durante el puerperio. Las madres a los que los bebés «les duermen toda la noche». Las que aceptan los consejos con una sonrisa. Las que hacen lo que les dice el pediatra sin cuestionarse. Las que hacen lo que indica el obstetra en silencio. Las que no se quejan, porque tienen un bebé sano. Las que logran conciliar trabajo y crianza, sin sufrir ojeras. Las que dejan a sus hijos a cuidado de otros para salir a cumplir con la sociedad productiva, aunque no tengan ganas ni tal vez necesidad. Las que no los acostumbran a los brazos, para que se quede solito en la cuna, pero los acostumbran a mamadera para que vaya con otros. Las que no saben de la depresión pos parto, las que el puerperio les cayo maravillosamente. Las que no hablan de las perdidas, de los dolores, de los miedos. Las que no dicen lo cansador que es estar todo el día con el bebe. Las que sólo muestran amor, la ambivalencia es mala palabra en el vinculo.

Esa es la forma de ser mamá. Así esta bien. Si no cumplís con esos items, esas consignas, entonces, estas afuera. No sos tan buena madre. Sos distinta. Tal vez no naciste para eso.
¿Son sin efecto esta cantidad de supuestos y representaciones que la sociedad impone a la maternidad?
Claro que no. Las mujeres, cuando nos convertimos en madres, iniciamos un profundo proceso de transformación, un diálogo interno ininterrumpido con nuestra concepción de qué es ser una madre. En ese diálogo, tomamos material de varios interlocutores, que irán modelando, junto con nuestras características y las de nuestro bebé, la propia forma de ser mamá. Esas múltiples voces, están conformadas por representantes de la cultura:
-Nuestra propia madre (y las madres de nuestro árbol)
-Las madres que construye y pone como modelo la publicidad en los medios de comunicación.
-Las madres de nuestro entorno y las tendencias sobre la crianza que circulan en él.
-Cuando logra emerger: nuestro instinto o nuestra propia voz interior.
Toda esta multiplicidad de «voces» lo que producen es un efecto de demanda que se traduce en máximas y llega sin tamisaje: las madres son así, las madres no pueden sentirse tristes, las madres tienen que estar disponibles siempre, etc. Ante estas demandas, lo que aparece inevitablemente es la culpa. La culpa y la maternidad son inseparables. Por una cosa u otra, por dar demasiada teta o demasiado poca, por ir a trabajar o por quedarnos en casa con nuestro hijo, siempre, siempre surgirá algún hueco por donde se cuele la culpa.
¿Que mamá no vivió la situación de recibir consejos o recomendaciones por completos extraños? Parece que la crianza de los niños, en algún punto, aunque no en lo concreto, nunca dejo de ser un bien social sobre el que cualquiera puede opinar. Hay un proverbio Africano que dice «Para criar un niño, se necesita una tribu entera». Bueno, de ese proverbio parece que nuestra sociedad occidental lo tradujo en «Para criar un niño, se necesita la opinión de cualquiera».
¿Es posible salir de estos estereotipos, e ir hacia el encuentro de nuestra propia voz? Digamos que sí. Y digamos que no. Es un ir y venir. Los estereotipos están, las voces externas también y no dejaran de existir y seguramente, de influirnos de alguna manera. Pero si nos percatamos de esto, si estamos avisadas, sera mas fácil poder cuestionar estas voces y demandas. Criar de forma consciente a nuestros hijos, sabiendo que cada bebé y cada niño es distinto y también, que no hay una única forma de ser mamá, sino cientos de caminos posibles. Tampoco una madre es igual con todos sus hijos, y eso esta bien. Cada uno de ellos despierta cuestiones distintas, el vinculo con cada uno es especial y diferente, al igual que el momento de nuestra vida en el que nos encuentra.
Lic. Carolina Mora lic.carolinamora@gmail.com
Psicóloga dedicada al trabajo con salud reproductiva femenina, mujeres gestantes, puerperio y orientación en las crianzas.
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