El camino al destete está plagado de emociones ambivalentes: por momentos mucho hartazgo y necesidad de dejar de amamantar ya mismo, por otros culpa por sentir que “le estamos sacando algo que le encanta”. Cuando los primeros momentos de la lactancia fueron muy complejos esto también puede generar más angustia al pensar en el destete “por todo lo que costó establecer esta lactancia, todo lo luchado por conseguirlo”.
Algunas veces aparece cierta “envidia” o “celos” porque con otras personas nuestro hijes se vincula con juegos más ricos, otras formas de dormir, sin interferencia de la teta.
También surgen dudas: ¿le estaré haciendo mal? melancolía e incluso una sensación de duelo, porque aunque sentimos que lo necesitamos y lo queremos, se cierra una etapa muy significativa de nuestra maternidad.
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Generalmente comenzamos el proceso con muchos temores, culpa e inseguridad, lo cual puede complicar al niñe quien percibe la ambivalencia e inseguridad de la madre y esto suele generar que pidan más insistentemente el pecho. Para poder ir aceptando el destete y resignar alguna toma los niños y niñas necesitan sentir seguridad y la convicción de la madre de que este es el mejor camino para ambos. Cuando hay seguridad, hay consistencia en la transmisión del límite y se sostienen los nuevos acuerdos. El niño o la niña saben que ese “límite” no tiene vuelta atrás y entonces estará más abierto a tomar nuevas experiencias y sustitutos.
Además de las emociones más conflictivas es importante conectar con todo el universo que se abre a partir del destete, cuando nos re encontramos desde otros lugares con nuestro hijo o hija. Placer, diversión, nuevos juegos se presentan.Mucho deseo por dejar de amamantar, por alimentar este vínculo ahora con nuevos juegos, nuevas formas de compartir y también mucha alegría por cada paso que vamos logrando.Conectar con este deseo es fundamental.
Lic. Carolina Mora.
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