Cuando llega la muerte, mientras esperamos la vida

Esta imagen no llegó de casualidad a mis manos. Es el monumento en memoria a los hijos fallecidos, en la entrada de Concepción del Uruguay. La encontré buscando fotos de «animales de la granja» para una tarea del jardín con mi hija. Va, ella me encontró. Y así la guardé, sabiendo que llegaría el momento exacto para compartirla.

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Ya he escrito otras entradas en relación al duelo gestacional y perinatal, pero mucho antes de vérmelas con él cara a cara, con toda su crudeza. Desde hace unos años escucho a mujeres relatar sus abortos, sus pérdidas, tengo fresco en mi mente las expresiones de sus rostros al hablar del dolor físico, de la vergüenza al ser expuestos sus cuerpos frente a infinidad de médicos y personal de salud sin ellos reparar en la necesidad de intimidad y lo sagrado de ese momento de dolor. He acompañado sus lágrimas, abrazándolas, transitando el proceso de duelo, con sus idas y venidas. Pero recién fue a partir del trabajo en hospital, cuando me vi la cara frente a frente, con la crudeza del momento de la muerte.

Esta semana me tocó acompañar una mujer durante su aborto espontáneo en el Hospital. El corazón de su pequeño bebé dejo de latir a las 20 semanas y estaban induciendo su parto para expulsar los restos. La sangre que se lleva la vida y los sueños, del dolor emocional inconsolable, el aturdimiento y la puesta en juego de un cuerpo dolido, apaleado, manoseado, abierto. Un cuerpo femenino partido, ¿cuánto dolor cargan nuestros cuerpos de mujeres desde nuestrxs ancestrxs?

Un dolor que se abre paso en silencio, a veces a los gritos, pero que es ignorado, invadido, intervenido. Para el otro, el de ambo y bata blanca, sólo consiste en una rutina: un aborto más. «Quedate tranquila mami, ya pasa» se escucha, si es que le hablan. Y la soledad. Y el frío en la piel. La falta de empatía de lxs profesionales en estas situaciones es deshumanizante y la mayoría de las mujeres que atraviesan una pérdida gestacional y perinatal en las instituciones de salud deben enfrentarse con la indiferencia de los equipos. ¿Cómo presentar los restos de ese hijo a la mujer que acaba de perderlo? ¿Subjetivamos esa muerte o la consideramos un desecho patológico? ¿Desde cuándo es persona y pueden ser tratados como tales los restos? Preguntas que resuenan…Sin dudas fue la situación más difícil que me tocó acompañar. Y agradezco haberlo hecho, porque esa mujer contó con alguién que la miró a los ojos, que la llamó por su nombre propio, que le acarició el cabello cuando el dolor ensordecía, que le puso voz a sus malestares ante el equipo médico, que la acompañó en el trabajo de subjetivar los restos de ese hijx, en su memoria y en su encadenamiento familiar. Sí. Nos gustaría hacer más. Cambiar el sistema en su totalidad. Sí, quedan pendientes que corregir.

Y aquí vuelvo a la imagen que me llegó por casualidad gracias a la tarea del jardín.

Hace unos días una paciente me contó de una historia que dice: «durante el embarazo, como una estrella fugaz el alma de ese ser llega al vientre para ser gestado. Si el embarazo se interrumpe, entonces la estrella vuelve al cielo».

Es un embrión o feto para la medicina, pero cuando es subjetivado por la persona gestante, se convierte en un hijx. Cuando hay hijx hay duelo, tenga días, semanas o meses creciendo en el útero. Y cuando hay duelo, generalmente es un proceso que lo vive la persona gestante en primer lugar, pero que también alcanza a la pareja si la hay, los abuelxs, y hasta los hermanitxs. Incluso, si nacen años depúes de esa muerte, si son «bebés arcoiris». Yo fui una bebé arcoiris, llegué despúes de la pérdida de un embarazo de 3 meses de gestación y de la muerte intrauterina de dos hermanos gemelos a sus 6 meses de gestación. Incluso sin haberlos conocido, sin haber vivenciado su gestación, los efectos de ese duelo me atraviesan en mi biografía. Siempre me consideré hija única, ahora, entiendo, que no soy única. Tuve dos hermanos que no llegaron a conocer la vida extrauterina, pero me preceden en mi encadenamiento familiar.

Necesitamos visibilizar estos duelos, necesitamos un acompañamiento más amoroso, respetuoso y humanizado dentro y fuera del hospital, de los duelos gestacionales y perinatales.

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Monumento en memoria a los hijos fallecidos, en la entrada de Concepción del Uruguay.

Lic. Carolina Mora

Psicóloga

Mail lic.carolinamora@gmail.com

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