MI hijo no juega solo

Edad por edad, cómo estimular que los chicos jueguen solos
La autonomía de los niños en el juego se convirtió en una de las preocupaciones de las familias en el marco de la pandemia y sus múltiples obligaciones. Qué esperar en cada etapa.

Desde los 6 años niños y niñas pueden compartir en paralelo con sus padres. Foto ilustración Shutterstock

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30/05/2021 6:00 Clarín.comFamilias
Actualizado al 30/05/2021 6:00
La autonomía de los niños en el juego se convirtió en una de las preocupaciones de las familias en el marco de la pandemia de coronavirus y sus derivados. Con las suspensión de la presencialidad en varios distritos del país y el trabajo remoto, conciliar las actividades de los adultos con las de los chicos se transformó en una dificultad.


La cotidianeidad de los hogares dio un vuelco profundo y, muchas veces, debemos enfrentarnos a la demanda de niños que quieren jugar, a la vez que cumplimos con obligaciones laborales, domésticas y demás.

¿Es posible alentar su autonomía a la hora de jugar?, ¿qué es esperable a cada edad en relación a sus actividades recreativas?, ¿es posible responder a todas las exigencias que la actualidad impone? Sobre esto dialogamos con la licenciada Carolina Mora, especialista en psicología perinatal y en orientación en crianza.


El juego, según la etapa
La psicóloga explicó que para hablar del juego es necesario dividir a los niños según su edad. «Cuando hablamos de jugar sin la presencia de madres y padres estamos hablando de niños y niñas mayores de tres años y medio, o cuatro. Antes de eso, el juego es puramente interactivo la mayor parte del tiempo», aseguró.

En ese sentido, aclaró que «puede que un bebé de un año y medio o dos años tenga momentos de juego sin la interacción de un adulto, pero van a ser momentos cortos. A medida que van creciendo los tiempos de juego se van prolongando sin interacción directa del adulto».

Para esta etapa la especialista indicó que «es muy importante fomentar el movimiento libre». Esto tiene que ver con ofrecerles un espacio de seguridad para que puedan explorar el entorno. A modo de ejemplo, mencionó que se puede colocar «una mantita en el piso y algunos juguetes a su alrededor para fomentar que puedan ir rolando, tomando objetos y explorándolos. Es importante que los juegos sean lo más sencillos posible, para que no dependan de sonidos, luces o estímulos externos».

Más tarde y a medida que van creciendo, se pueden ofrecer objetos más complejos. Entre ellos Mora recomendó cubos de madera para que puedan apilar, objetos que se puedan encastrar e instrumentos musicales que hagan sonido.


A partir de los dos años, según explicó la licenciada, «podemos sentarnos cerca de ellos y armar una situación de juego en conjunto e ir probando qué sucede si nos vamos distanciando, siempre anticipándoles: ‘Mamá y papá se van a sentar acá en la compu porque tienen que mandar un mail’, ‘nos vas mostrando, nos vas mirando desde acá'».

Sin embargo, aclaró que lo esperable es que el tiempo en que esos niños no requieran la ayuda de un adulto sea corto. «Lo propio de esa edad es que se acerquen, que estén diez minutos solos armando algo con masa o un juguete y que vengan y nos ofrezcan compartirlo». Y añadió: «Esas edades siempre van a requerir la interacción de alguna manera en varios momentos del juego». Por eso, destacó que «lo principal es que nosotros tengamos expectativas realistas de cuánto tiempo podemos pretender que se queden jugando sin una interacción directa».

Un cambio importante es el que se da alrededor de los tres años y medio o cuatro años. Allí, Mora resaltó que «la actividad que se puede hacer es mucho más diversa y, además, los niños y las niñas están mucho más dispuestos a explorar y armar escenas de juego más autónomas».

«Lo que pueden llegar a armar en esas edades es mucho más rico y requiere de mucha menos intervención de las personas adultas. Pueden venir a pedirnos que interpretemos un personajes pero, en general, son juegos mucho más generados por los niños y niñas, no tanto con una guía adulta», agregó.

En ese marco, la psicóloga sostuvo que «en ese tipo de edades podemos pensar en compartir en paralelo. Una niña o un niño de seis años puede, por ejemplo, estar dibujando y nosotros estar sentados en la compu a la par».

Sin lugar para la culpa
El tiempo que dedicamos al juego con nuestros hijos depende actualmente de un sinfín de variables. Sin embargo, más de una vez experimentamos la angustia que genera el no poder responder a todas las demandas infantiles.

«Cada persona tiene que poder reconocer sus limitaciones, que tienen que ver con su contexto. Tenemos muchas maneras de vivir la pandemia y el home office, de acuerdo a los privilegios con los que contamos. Si tenemos la suerte de tener a una niñera o familiares que nos den una mano con los niños y las niñas seguramente vamos a vivir una situación muy diferente que si estamos solos en casa con nuestros hijos e hijas, tratando de trabajar», reflexionó Mora.

Al respecto añadió que «hay que saber que estamos criando en un contexto completamente adverso. Cada persona hará lo mejor que puede, con las herramientas y los apoyos que tiene para llevar adelante la crianza en este momento sin ningún tipo de amparo del Estado».

«Se nos pide que mantengamos a nuestros hijos sanos, cuidados, que los estimulemos, que seamos divertidas y además que cumplamos laboralmente, que sostengamos el hogar, que no nos enfermemos, que no nos contagiemos, que nos cuidemos… hay mucha exigencia. Es lógico sentir que no podemos con todo», finalizó.

Link nota https://www.clarin.com/familias/edad-edad-estimular-chicos-jueguen-solos_0_J0ndo-mLV.html

«Mamá, jugamos? » No tengo ganas

«Me siento atrapada cuando me piden jugar»
«Me angustia no poder hacer otra cosa»
«Me da culpa, pero no tengo ganas»
«Le veo con su papá y envidio como se divierte»
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¿Qué nos pasa a muchas madres que sentimos que vinimos «falladas» para el juego?
¿Siempre te pasó o hay juegos que disfrutas y otros que no?
¿Será que estamos más cansadas que los papás?
Muchas vinculamos la maternidad directamente y casi exclusivamente como el rol de cuidar:
Que estén abrigados
Que coman bien y sano
Que hagan la tarea
Que cumplan hábitos de higiene
Que no se golpeen
Pero la posibilidad de disfrutar un juego compartido a muchas les parece lejana.
Si, a algunas nos gustaría disfrutarlo, pero no sale espontáneamente.
Y ¿Qué es más espontáneo que jugar?
Creo que a los varones les cuesta menos porque no están atravesados desde la crianza por la carga del cuidado, se pueden tomar más permisos porque, para muchos aún «con que jueguen un rato alcanza». Y vos los ves jugando y solo pensas en todo lo que te toca ordenar luego…
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Estamos agobiadas de carga mental y real de cuidados, más en este contexto. Y nos estamos perdiendo muchas veces del disfrute de la sonrisa compartida. Sin dudas puede ser muy legítimo no tener ganas de jugar, o que nos parezca aburrido. A veces «hacemos» que jugamos, e igual se dan cuenta
A mí me sirve buscar actividades que me gusten para compartir:
✔️ Estar al aire libre
✔️Pintar con tempera, me encanta
✔️Leerles cuentos!
✔️Bailar/jugar a mover el cuerpo (por ej con Simón dice)
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Y también negocio mucho, sobretodo con la mayor. Un ratito de juego y luego le pido que juegue sin mi o lea un libro.
La difícil tarea entre escuchar que jugar es una necesidad para las niñeces e intentar respetar lo que siento yo.
No siempre se logra.
Pero ahí vamos!
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¿Cómo lo viven ustedes? ¿Les cuesta jugar?

Lic. Carolina Mora

Mail lic.carolinamora@gmail.com