Estar al cuidado de un bebé por largas horas implica una situación de alerta constante.
Quien cuida tiene que poder estar alerta a las señales del bebé, decodificar sus necesidades, identificar a qué responden sus gestos, sonidos y su llanto.
Cuidar un bebé implica una demanda emocional intensa y una puesta de cuerpo continúa.
Cuando somos cuidadores principales de un bebé se establece un vínculo de apego, una relación en la que el bebé demanda seguridad, respuesta sensible y cuidados continuos.
Es muy difícil poder ocuparnos de nosotros mismos cuando cuidamos un bebé. Muchas veces sus necesidades son tanto más urgentes y nos lleva a postergar las nuestras, incluso a costa de un gran agotamiento físico y emocional.
.
.
Cualquier persona que cuida a un bebé la mayor parte del tiempo, de forma continúa y estable, puede experimentar un estado similar al puerperio.
Los papás varones que asumen el rol de cuidador principal también experimentan una crisis vital, un periodo de confusión y de adaptación, cambios en su sistema hormonal, por ejemplo disminuyen considerablemente los niveles de testosterona (hormona implicada en el cortejo y la agresión). Pueden experimentar dificultades para concentrarse en otra cosa que no sea su bebé, variaciones en el estado de ánimo y más sensibilidad, hiper alerta para poder decodificar sus necesidades y una sensación de fusión corporal.
.
.
Las mamás adoptivas también pueden experimentar un puerperio.
Las neurociencias han descubierto que hay circuitos neuronales y hormonales que se activan ante el cuidado continuo desde la dimensión vincular y el contacto, aunque la persona no haya experimentado los cambios biológicos de la gestación.
Está es la escena de la serie Anne que inspiro esta reflexión. Vemos a Marila, una mujer mayor que asume el cuidado de un bebé casi a tiempo completo y la vemos experimentando algo muy similar a un puerperio emocional.
.
.
¿Alguna vez escuchaste hablar del «puerperio masculino»?
Lic. Carolina Mora
Mail lic.carolinamora@gmail.com