Les comparto imágenes de una campaña hermosa que realizamos juntos Nacer Juntos y Re Cordis. El duelo perinatal y gestacional necesita ser visibilizado y acompáñado
Fotos y objetos
Para las familias en duelo es sumamente importante tener la posibilidad de CONSERVAR recuerdos de su bebé fallecido, estos ayudarán a transitar el proceso y les permitirán materializar que la existencia de sus bebés aconteció. Muchas veces al al tratarse de pérdidas tempranas, de bebés que no llegaron a nacer con vida o bien que vivieron corto tiempo se trata de duelos invisibilizados socialmente: no hay lugar para el dolor, incluso de forma simbólica. La posibilidad de tomar una fotografía del bebé, de guardar la huella plantar, la pulserita de nacimiento, ecografías, ropita u objetos que hayan sido elegidos para él/ella o cualquier otro recuerdo que los padres puedan generar en relación a la existencia de su hijo favorecerá el tránsito del duelo. El mensaje es tanto para sí mismos como para el entorno: “Mi bebé existió y por eso tengo derecho a estar triste por su partida”.
De alguna manera, cada una de estas cosas visibilizan el AMOR que se ha sentido – que se siente y se sentirá – por ellxs y combate al “aquí no ha pasado nada” que muchas veces el entorno pretende: lejos de hacer bien, el silencio dificulta el reconocimiento de esta pérdida.
Tatuajes Conmemorativos

Muchas veces las familias no tienen la posibilidad de ver los restos de su bebé o bien lo han hecho por tan corto tiempo que no recuerdan su imagen o fisionomía. Incluso en pérdidas gestacionales tempranas, muchas madres o padres sienten la necesidad de que la existencia de sus hijxs deje una marca permanente visible. Tatuarse es una elección frecuente en estas situaciones, la cual permite dejar registro, dar testimonio de su existencia y llevarlxs consigo como metáfora de aquello que permanece en el tiempo. La existencia queda grabada en el propio cuerpo, más acá y más allá de los cambios corporales propios de la maternidad. De esta manera, la piel queda atravesada por el lenguaje y comunica de forma condensada todo lo que estos seres han significado para sus familias. Tatuajes que cobran forma de alas, huellas plantares, mariposas, ángeles y toda aquella imagen que porte especial significado. El arte, esta vez en la piel, inscribe y se vuelve la fuente que permite transmutar la energía, sublimar – en parte – el dolor.
Los rituales para transitar la pérdida (Por Mónica Álvarez Álvarez)

«No hace falta pertenecer a ninguna religión para esto, ni
siquiera ser creyente. Sólo se precisa dejarse llevar por la voz
interior, ésa que tan relegada al olvido ha quedado en nuestra
cultura, más acostumbrada a guiarse por un GPS mecánico,
construido por la mano del hombre, cuadriculado y preciso.
Un ritual es un paseo por el mundo simbólico y sagrado
de cada uno. Como decíamos, no es necesario pertenecer a
ninguna religión; tan sólo permitirse dejar volar la imaginación,
las sensaciones, lo más ancestral de nuestro instinto, de
nuestra cultura. Todas las tradiciones han creado ritos de despedida para sus muertos. Las antiguas sociedades matriarcales del Neolítico ya enterraban a sus difuntos colocados en posiciones concretas, rodeados por sus utensilios cotidianos y por sus mascotas. Tradiciones ligadas a la Tierra, a una diosa madre que los acogía en su seno tras una vida de trabajos y satisfacciones.
Un ritual es un acto poético y creativo.17 Es poético porque
traduce nuestros actos desde una clave simbólica, incluso los
más cotidianos. Es creativo porque, aunque realicemos varias
veces el mismo ritual, nunca es el mismo, porque se recrea cada vez en cada persona. Como decía el filósofo, nunca atravesamos dos veces el mismo río.
El ritual se ancla en un espacio y un tiempo concretos.
Existen rituales preestablecidos, como los que proponen
las distintas religiones oficiales. Ritos que han atravesado siglos
de tradición, que han sido recreados y reorganizados, adaptándose
a los tiempos.»
Fragmento del libro «La cuna vacia» de Mónica Alvarez, Psicóloga.
Fotografía: Re Cordis
Conmemoración de los Bebés Fallecidos

Cuando un niño pierde a sus padres lo llaman huérfano.
Cuando un adulto pierde a su esposo/a lo llaman viudo/a.
Sin embargo, cuando una madre/padre pierde a su hijo, no hay palabras.”
Perder a un bebé sea durante su gestación o luego de su nacimiento es una de las experiencias más duras, difíciles, dolorosas y devastadoras que puede sufrir una persona. Como afirma Jorge Montoya Carrasquilla, “en ninguna otra situación como en el duelo, el dolor producido es TOTAL: es un dolor biológico (duele el cuerpo), psicológico (duele la personalidad), social (duele la sociedad y su forma de ser), familiar (nos duele el dolor de otros) y espiritual (duele el alma). En la pérdida de un ser querido duele el pasado, el presente y especialmente el futuro. Toda la vida, en su conjunto, duele.” Cuando se enfrenta la muerte mientras se espera la vida, el mundo se desmorona. Angustia, dolor, incredulidad, negación, enojo, ira, impotencia, desolación, desconsuelo, son algunos de los sentimientos que irrumpen brutalmente. Quien sufre una pérdida de estas dimensiones, muy lentamente irá haciendo lo posible por reconstruir su mundo poquito a poco, en pos de ir aceptando lo vivido, sabiendo que ya nada será igual. El proceso de duelo tras una pérdida es absolutamente personal, cada quien lo transita de la manera que puede y a sus propios tiempos, que necesitan ser respetados. Es importante considerar que el duelo gestacional y neonatal tiene algunas características que lo hacen diferente a otros duelos: generalmente se trata de duelos que no son reconocidos y que son minimizados, que no sólo no están contemplados a nivel legal ni laboral, sino que además no se habla de ellos, no se prepara a los profesionales para comunicar la terrible noticia ni se orienta a los familiares sobre cómo acompañar de forma respetuosa. Se silencia el sufrimiento, aún teniendo las mejores intenciones, en tanto el dolor ajeno moviliza, conmueve, incomoda. Pero ocultando el dolor de los padres y familiares, mirando hacia otro lado, subestimando e invalidando los sentimientos, no hacemos que los mismos desaparezcan sino que se hagan más profundos debido a su incomprensión, que crezca la sensación de soledad y el aislamiento…..Como afirman Bernard Spitz, Manu Keirse y Annemie Vandermeulen en su libro “Si pierdes un embarazo”, “consolar no es conocer la respuesta. Tampoco dar todo tipo de consejos bien intencionados que pueden agotar a los padres. Mucho menos, desplazar la rabia y recetar cómo se tienen que sentir. (Después de X tiempo = X sentimientos). Consolar es escuchar con atención de tal manera que la pena en palabras y lágrimas puedan salir hacia fuera. Consolar es saber callar y con una mirada, una caricia hacer sentir señales de esperanza, seguridad y confianza. Es compartir la pena más que quitarla. (La pena nada la quita). Consolar es ATREVERSE a sentir la pena. Consolar es ayudar a los padres a vivir con las preguntas de las que no hay respuestas. Consolar es más bien escuchar cómo se siente, en lugar de decir a los padres cómo tienen que sentirse, ayudar a DAR la oportunidad a los padres para expresarse”.
Texto: Lic Natu Liguori Psicóloga Perinatal
Fotografía editada por Re Cordis
Papá duelando
Afrontar la muerte de un hijo me llevó más de 5 años.Darme cuenta del dolor que produce no tiene explicación. Intenté taparlo con silencio y llenándome de proyectos.Pero no sirvió de nada.El tiempo se detuvo ese día y sin importar lo que hiciera no podía avanzar.
Todos decían lo mismo, vos sos hombre tenés que ser fuerte, la vida continúa y tenes que estar preparado para sostener a la mamá. Esto no lo dijeron a la semana, o al mes, sino que a los 15 minutos de salir del quirófano. En ese momento, empecé a tapar el dolor. No quería que la mamá, ni mi familia,amigos o compañeros de trabajo me vean triste o angustiado. En todo ese tiempo no dejé que nadie me abrace y me vea llorar. Sólo lloré una vez. Cuando volví de la clínica para bañarme.Era martes.Bruno habia muerto el lunes, y el domingo había sido el día del padre.Llegué a bañarme y entré a la casa en donde hacía menos de un mes que nos habíamos mudado. Estaba lleno de carteles y fotos que decían Feliz dia papá. Al ver ese escenario no pude contenerme y lloré mucho tiempo sentado en la escalera. Y de ahí en más, no lloré más. Cuando salía el tema, se me hacía un nudo en la garganta y desviaba la conversación.
Y pasaron dias,semanas,años y me quedé con ese dolor. Trabajaba mucho, me ponía metas y proyectos inalcanzables para mantenerme ocupado, y no parar y caerme. Ahora me doy cuenta me que afectó en todo. Nació mi segunda hija, pero ese dolor que llevaba a veces no me dejaba disfrutarla,tenía terror de atender el celular y que me digan que se había muerto,literal.
El dolor hizo que mi corazón se cierre, no podía dar ni recibir amor, por miedo a perder.Me volví malhumorado, inseguro, y sobretodo no dejaba que me quieran.
Hoy veo que nunca es tarde para pedir ayuda,que lo que llevo dentro puede salir.Ahora lloro,muestro mi angustia.Soy papá de Bruno,hablo de él, y lo extraño. Y si me quiebro,no importa.Las lágrimas y los sentimientos no tienen género. Un hombre siente y llora.Atrás de una mamá que pierde un hijo, hay un papá que también lo perdió.
Aquellos papás que pasaron por esto me van a entender y al que lo esté pasando, que no tema pedir ayuda.

Hermanitxs y su duelo
Cuando se produce la pérdida de un embarazo y la mujer tiene más hijxs surge la angustia al pensar qué decirle a lxs hermanitxs. En este punto, si bien estará atravesado por las creencias que cada familia tenga respecto de la muerte, es importante brindar una explicación a lxs niñxs acerca de lo acontecido. Si la pérdida es temprana muchas familias creen que no es necesario explicar nada a lxs niñxs ya que visiblemente no se notaba el embarazo. Esto es un equívoco común ya que lxs niñxs tienen una percepción más aguda de los estados emocionales y el clima general de quienes conviven con ellxs y sentirán el sufrimiento y la extrañeza sin saber a qué atribuirlo. En algunos casos notarán a sus padres más tristes, angustiados, tensos y el no saber la causa puede generar que intenten crear una explicación desde la fantasía. “¿Será porque me porto mal?; ¿Estarán enfermos mis padres?, etc”.

Es importante integrar el dolor y brindarles una explicación de lo ocurrido, con palabras claras y frases cortas, cada familia encontrará la forma que sienta más adecuada y posible a su realidad. “Estamos tristes porque tu hermanito no va a nacer”; “estamos tristes porque mamá no está más embarazada”; “estamos tristes porque tu hermanito murió, pero siempre nos podremos acordar de él”. Dejar en claro que lo que sucedió no es culpa de nadie, que no tiene que ver con nada que haya hecho mal él/ella como hermanx y que le seguimos amando igual que siempre. Para acompañar a lxs niñxs en el proceso de duelo, es de ayuda ofrecerles expresarse a través del juego, de dibujos e incluso dependiendo la edad leer cuentos que traten la temática. Si bien el duelo es un proceso singular, poder expresar los sentimientos y transitarlo en familia, facilitará el sostén emocional mutuo y la convivencia con la ausencia de este ser tan querido.
Embarazo después de la pérdida (bebé arcoíris)
El embarazo después de la pérdida suele estar marcado por el miedo y la incertidumbre. Si bien en todas las mujeres transitamos cada embarazo con cierto grado de miedo, solemos confiar en que “todo saldrá bien”. Ahora bien, una mujer que vivió la pérdida de un bebé en el útero deberá convivir con la pérdida de la inocencia: la pérdida de la certeza de que siempre el producto de un embarazo es un bebé sano y fuerte.
Aceptar que el miedo sea intenso, aceptarse en este estado de incertidumbre y ansiedad es parte del proceso. Los tiempos psicológicos de cada mujer varían y se entrecruzan pasado y presente: el recuerdo del embarazo o hijo perdido, las fechas de aniversarios, la fecha en que se produjo el fallecimiento del bebé se mezclan con lo que vive en este embarazo. De a poco, semana a semana al comienzo, mes a mes luego, la mujer podrá ir conectando con esta gestación presente, con este nuevo hijo y esta nueva mujer que es hoy. Algunas veces es necesario el apoyo profesional para transitar este tiempo, para lograr conectar con este embarazo presente y diferenciarlo del pasado.
Experiencia en primera persona: Yanina
Vivió toda su vida, dentro mío… acobijado en mi vientre…
Sentir la vida y la muerte dentro mio, fue la experiencia más transformadora de toda mi vida.
Ese ser que habitó en mi y en nuestra ilusión, creímos que venía a cumplir con «algo» y era nuestra obligación descubrirlo, no dejar que fuera en vano su paso por éste mundo, había que aprender.
Descubrimos que no estamos preparados, en general, para atravesar o validar el dolor nuestro y del otro de manera genuina, hace mucho más difícil y solitario al camino, por eso, fue fundamental buscar ayuda de profesionales comprometidos.
No necesitaba buscar consuelo, sino, poder pensar, ordenar y volver a construirme, imposible permanecer igual.
Tiempo al tiempo y me sentí fuerte, sentí que tenia la fuerza para dejarlo ir, tenía esperanza de sanar …
Entonces decidimos animarnos a imaginar un nuevo embarazo, poner un deseo en pausa, nuevamente en marcha. Cruzar las barreras de los «miedos» que se interponían ante una nueva gestación …comenzar a ilusionarnos, no perder de vista que «otro» es otro ser y no tenía que volver a pasar esta vez.
Al final, puedo decir que si no hubiera ocurrido eso, por más difícil que fue, yo no sería quien soy ahora.
Este hecho ha sido un punto de inflexión en mi vida, desde el que he madurado, aprendido, llorado, celebrado, vivido… y lo he hecho acompañada.
Hoy, reconstruidos, en lo personal y familiar,abrazamos a nuestro bebé arco iris, Ulises, experiencia totalmente transformada y transformadora.
Texto: Yanina (mamá de Ulises, bebé arcoiris)
Fotografía; Re Cordis

La historia de Mariana
Les cuento mi historia, cuando decidimos con mi marido ser papas, Nico no se demoró nada en llegar, tuvimos nuestro positivo con el primer mes de búsqueda. Transité un embarazo hermoso e inocente, escuché en ese momento historias de gente que pasaba por desgracias pero, como uno piensa que siempre le pasa al otro, jamás se me ocurrió que a mí también podría pasarme algo malo. Un día de repente en una ecografía de semana 35 el gordito no creció lo que debía, pero nada alarmante solo por precaución me indicaron reposo y una nueva eco más doppler en una semana, en esa ecografia me dicen que el corazón de mi bebe no latía, si tengo que describir como me sentí en ese momento puedo decir que fue como que me tiraron un piedrazo y me rompí en mil pedazos. Sentí también que me apague.
Luego de un tiempo de pasar todos mis días y noches llorando con mi marido decidí buscar ayuda, llegué a una psicóloga perinatal que me ayudó a transitar mi duelo, más un grupo de Facebook de mujeres que vivieron lo que yo. En el medio llega la respuesta a mi dolor, quien me había arrancado a mi hijo tenía nombre TROMBOFILIA, llegué a este diagnóstico y a su tratamiento por lo que me animé a una nueva búsqueda, entendiendo que Nico vino para darle paso a su hermanito y a los que vendrán. Comencé a juntar mis partes y rearmarme. Nunca más volví a ser la misma.
Luciano, mi bebe arcoíris, sí que tardó en llegar, se tomó más de un año, pero en realidad ahora entiendo que vino cuando yo estuve realmente preparada. Nuevamente un embarazo hermoso pero esta vez con final feliz y bebé en casa. En el medio todos los miedos pero confiada en que el tratamiento estaba dando resultado porque lo espiábamos cada 3 semanas y todo así lo indicaba. Igualmente cada ecografía me daba mucho miedo porque era inevitable no recordar lo pasado y pensar que podía volver a pasar, hasta que no veía y sentía su corazón latir ese miedo estaba ahí.
Hoy agradezco haberme animado a enfrentar esos miedos porque Luciano me devolvió gran parte de mi alegría perdida. Con el volví a nacer, volvieron a brillar mis ojos, me encendió y por eso su nombre LUCIANO significa LUMINOSO Y BRILLANTE.

Texto: Mariana (mamá de Luciano, bebé arcoiris)
Fotografía: Re Cordis