Era mejor madre cuando tenía solo una hija.
No sé sale de mi cabeza ese pensamiento.
Era más paciente
Jugaba más
Tenía más tiempo
Disfrutaba más del cuidado
Se me ocurrían más juegos
Resolvía berrinches cantando
Gritaba mucho menos
Estaba con más energía, menos cansada
Empatizaba más rápido con las necesidades de mi pequeña
La energía me duraba hasta el final del día
Me sentía la mejor madre del mundo, varias veces al día.
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Como verán, a pesar de que intento tener una mirada crítica y más compasiva hacia las madres, yo no escapó al mandato de «la buena madre».
Muchos días me encuentro midiendome en la escala de «madre ideal».
Me miró a mi misma luego de ese grito, de ese momento de «colapso», me avergüenzo y me quiero abrazar a la vez. Me quiero abrazar porque lo intento, porque me da pena esa que quiere poner lo mejor de si y a la vez siente que ya no tiene nada bueno para dar.
Me dan ganas de decirme «te entiendo» y usar las mismas palabras compasivas que uso con cada una de las mujeres que me consultan. La mayoría de veces no puedo.
Y en algunos días me culpo. Me culpo por pensar que era mejor madre con una sola hija, me culpo porque sentir eso me hace temer que mi segundo se sienta rechazado. Y el no tiene que ver con lo que me pasa a mi. El tiene derecho a pedir lo que pide, es un bebé y solo sabe de sus necesidades.
La grande soy yo, la que es responsable de sus elecciones.
Una vez, cuando estaba quejándome agotada del trabajo de «ser mamá por dos», mi hija mayor me dijo algo que me impacto mucho: «Pero mami, vos quisiste tenernos»…
Me dejó muda.
Yo elegí tenerlos y ahora que existen los amo a los dos.
Y yo también les tengo un amor loco.
Y por suerte si de algo me sirvió la experiencia de maternidad anterior es para saber, estar segura, de que «hoy no es siempre».
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Lic. Carolina Mora
Mail lic.carolinamora@gmail.com